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domingo, 28 de abril de 2013

Capítulo 6


-¿Habéis terminado de desayunar? –preguntó.
-No abuelo, yo aún no he terminado con el pastel, ¡y me lo quiero terminar!
-¿Ah sí? Bueeeeeno, entonces mejor le sigo contando la historia a Julia, ¿qué te parece, Julia?
-Por mí vale, -dijo riendo.
-¡No es justo, yo también quiero escuchar la historia!
-Vale, pero antes tienes que lavarte los dientes y a ti te digo lo mismo muchachita. Mientras, yo recogeré este estropicio, ¡venga!
-¡Sí abuelo! –dijeron los dos mientras corrían y corrían hacia el cuarto de baño. Una gran carrera que disfrutaba el viejo casi todos los días. Los dos niños peleaban todos los días, por cualquier tontería, como niños que eran, como hermanos que siempre serían.
Terminada la faena en la cocina, se dirigió a la esquina al lado de la chimenea, cogió su libreta, y se sentó nuevamente en el butacón, a la espera de que sus nietos volvieran.
Tardaron cinco minutos en volver, aunque la espera se alargó un poco más debido a que Alejandro volvió con la boca llena de pasta de dientes. Cinco minutos más pasaron hasta que los dos nietos estuvieron sentados frente a su abuelo, listos para seguir escuchando su historia.
-Bien, ¿por dónde íbamos? A ver que yo recuerde…Ah, sí, ya recuerdo, había encendido mi mp4, pero no os dije qué canción puse, ¿cierto?
-Porque le diste al aleatorio, ¿no abuelo? –contestó Julia.
-Así es, pero por casualidades del destino, la canción que sonó fue una de mis favoritas, “My Inmortal”, de un grupo llamado Evanescence, ¿queréis escucharla?
-¡Sí! –gritó Alejandro pegando saltos de alegría. El pequeño conocía aquel grupo, lo había escuchado por primera vez cuando tenía tres años, cuando era un “crío”. La escuchó una vez en la radio del cuarto de su abuelo, mientras este se tocaba la cara. Le dijo que lo hizo porque le había entrado una mota en el ojo.
¡Malditas motas en los ojos! Él sabía lo molestas que eran y por eso las odiaba, y si encima, también fastidiaban a su abuelo más idiotas eran las motas. Abrazó a su abuelo para que no estuviera triste y su abuelo dejó de llorar.
-A ver, creo que tengo sus discos en mi habitación, ¿queréis venir a ayudarme? -dijo el anciano sonriendo.
Los dos nietos asintieron con la cabeza, y siguieron al anciano por la casa hasta la habitación de este.
-¿Y dónde tienes ese disco abuelo? –preguntó Julia.
-Pues la verdad es que no lo recuerdo bien. ¿Por qué no miras tú en los cajones esos de mi armario empotrado mientras yo echo un vistazo en la cómoda?
-¡Yo también quiero ayudar! –gritó Alejandro, haciéndose notar.
-Está bien, tú vas a mirar debajo de la cama, ahí hay cosas antiguas y posiblemente esté el disco. Venga, quien encuentre el disco recibirá una recompensa. ¿Preparados? ¡Ya!

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