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martes, 7 de mayo de 2013

Capítulo 9


-¡Ya estoy en casa! –se oyó. Era Luca, ya había regresado del trabajo.
-¿Ya son las tres? –preguntó el anciano extrañado de que el tiempo hubiera pasado tan aprisa.
-Y media, son las tres y media, me he retrasado un poco, -le contestó.
-¿Tan tarde es ya?
-No has preparado nada, ¿cierto?
-Lo siento, pero no. Estuve toda la mañana contando a los niños la historia desde donde la dejamos ayer.
-Bueno, no te preocupes, me imaginaba que te iba a pasar algo así y traigo algo de sushi para todos.
-¿Y a qué esperamos para comer?
-A que me ayudes a poner la mesa. Y vosotros para la mesa a esperar, ya, -dijo refiriéndose a sus hijos.
Los niños no tardaron ni medio segundo en dirigirse al salón a esperar su comida. Mientras, iban a ver dibujos animados, sus favoritos, que los echaban a la hora de comer. Al anciano eso le traía recuerdos, de cuando él era también un crío y salía del colegio corriendo como un gran atleta solo para no perderse su serie de dibujos favorita. Sí, qué de hermosos recuerdos le traía eso aún sin recordar el nombre de aquellos monstruitos.
-Bueno, ¿y por dónde te has quedado contando a los retacos? –preguntó Luca mientas alargaba su brazo hasta la alacena para coger cuatro platos.
-Pues me interrumpiste justo cuando iba a contarles cuál fue el primer texto que salió de mis manos.
-Ah, sí, lo recuerdo, ¿el del corazón, verdad?
-Hijo mío, ¿qué texto mío no está escrito por y para mi corazón? –bromeó el anciano.
-También es verdad, siempre fuiste un romántico, a veces en exceso.
-Así es, siempre lo fui, pero eso mismo fue lo que enamoró a tu madre y solo por ello, no podría arrepentirme de haberlo sido toda mi vida.
-Lo sé, papá. Supongo que mamá aún se acordará de todas tus palabras hacia ella...
-Anda, vayamos a comer, los niños tienen que haberse vuelto locos esperando tanto, ¿no crees?
-Tienes razón. Coge tú las bebidas para ellos, yo llevo el resto, ¿de acuerdo? Te esperamos en el salón.
El hombre asintió con la cabeza a su hijo, sin embargo, su mente ya no estaba allí. Tampoco su corazón. Por él pasaba ese primer texto que escribió en el autobús rumbo a Roma, ese que tanto se había repetido dentro de sí mismo. Echaba de menos a su mujer, a la madre de sus cinco hijos, la abuela de sus nueve nietos. El amor de su vida…
La que agrandaba su corazón con pequeñas sonrisas, la que siempre le escuchaba, la pequeña gran mujer que no había día que le llamara la atención por dejar desperdigadas todas sus notas de escritor. Nunca fallaba, él era un descuidado y las perdía cada dos por tres y ella...no se enfadaba, al menos no en serio, no obstante, nunca faltaron sus riñas y sus besos cada vez que las perdía. Y él...no había día que le leyera todo lo que perdía, y a veces, lo hacía a su oído. A ella le encantaba, la voz de su marido siempre le pareció una de las voces más dulces del mundo.
Era uno de esos amores pasionales, donde las llamas no podían ser apagadas por nadie, o esa fue la idea de los dos, pero, la muerte siempre va a tener un soplo de viento helado capaz de apagar las mismísimas llamas del infierno…o las de un amor que se creyó eterno.
Aquel texto volvió a pasearse por su mente, esta vez de una manera más fuerte…
      

               <<Frío, muy frío, helado, gélido, te noto distante, alejado de lo que antaño fuiste. Te distancias de mí, te ves lejos, casi sin aliento. ¿De veras quieres enfriarte así? ¿Es que vas a abandonar toda luz que pueda calentarte? No haces bien, y lo sabes, aislarse de nada sirve, ¿vale la pena dejar esas cosas atrás?
Por una parte no, o tienes claro, pero por otra piensas que quizá sea lo correcto, quizás lo adecuado en este momento sea eso.
Enfriarse, no sentir cómo el cúter te corta innumerables veces, y tras ello salpicar sal  sobre esas heridas cicatrizando al momento, con dolor, pero al momento. Claro que dolerá, ¿pero no lo hará solamente unos segundos de años y años por delante? Te quieres convencer de ello, y parece que nada podrá quitarte la idea de encima, ni el ladrón más experimentado, tal vez…
No, sabes que no es cierto, sabes que sí hay gente capaz de robarte y llevarte al más absoluto paraíso, pero desgraciadamente no conoces a alguien así.
Está aún lejos, ¿por qué no viene antes de que te hieles y te reduzcas a la nada de una vez?
Ay, son cosas de corazones, con puertas cerradas con llave, llaves de acero y sentimientos puros, y el mío, está estrictamente obligado a permanecer ahí, cerrado, por… ¿siempre?>>
             
                                                      
                                                                             ”Frío frente al amor”                
                                               

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