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sábado, 21 de diciembre de 2013

Capítulo 16

-¿A qué hora llega el abuelo del hospital?
-Llegará en media hora aproximadamente, Javier.
-¡Pero yo quiero que llegue ahora!
El pequeño Javi no podía esperar más. Había estado esperando una semana a que le dieran el alta a su abuelo.
Llevaba semanas sin verle, este había estado anteriormente en casa de su tío Luca, con sus primos. Y no podía ser, era injusto, él también quería a su abuelo para sí mismo, para que le contara historias.
Era hijo único, por lo que no tener hermanos le provocaba que tuviera muchos días aburridos, sin nadie a quien hacer la puñeta, alguien con quien jugar, y su abuelo era el perfecto compañero de juegos, viejo pero juguetón, su abuelo satisfacía con creces su ansia por jugar.
¿Qué abuelo es capaz de ganar al nieto jugando a la PlayStation? Pocos, por no decir que ninguno. Su abuelo era totalmente experto en los juegos bélicos y de estrategia, aunque en juegos de fútbol era algo paquete.
-No juego al fútbol desde que dejé de discutir por él, -decía.
Javi pensaba que eso eran excusas, que si era malo lo era, y punto. Aún así  era muy divertido meterle cuatro o cinco goles.
El timbre de la puerta sonó:
-¡Yo abro, yo abro, me lo pido! –gritó el chiquillo.
Y. una vez abierta la puerta, pudo por fin ver a su abuelo.
-¡Abuelo, te echaba de menos! –chilló histérico, mientras se abrazaba al anciano. Su madre, Elena, que lo acompañaba, contempló enternecida la escena, tan tierna como adorable.
Su hijo llevaba bastante tiempo sin verle, era lógica su reacción. Y ella…pues también.
Había pasado casi un mes desde la última vez que lo vio, cuando se fue al pueblo a ser cuidado por Luca.
Sí, a cada uno de los hijos le tocaba encargarse del anciano a cada mes.
A ella le habían tocado dos meses prácticamente seguidos, cosa que le gustaba, aunque otros muchos piensen que “tener un viejo a tu cargo” es algo desesperante, para ella no lo era.
Disfrutaba con él, con la historia de cómo conoció a su madre y el porqué su vida fue así, y no dudaría en pedirle esa historia de nuevo dentro de poco, tras el almuerzo.
-Abuelo, ¿juegas conmigo a la consola? ¡Mamá me ha comprado un nuevo videojuego de fútbol!
-¿Y a qué esperamos? –respondió el abuelo, sonriente.
Emplearon lo poco que quedaba de mañana para jugar cuatro partidos, de los cuales, tres, ganó el anciano, para sorpresa de su nieto.
-¡Has hecho trampas! ¡Eres un tramposo, abuelo! –gritó el niño abalanzándose sobre su abuelo.
-¿Yo? Te gané sin hacer trampas porque eres muy malo jugando al fútbol, -respondió el anciano, haciéndole cosquillas.
-¡No! ¡Eres un fullero, y para! –gritaba Javi sin parar.
-¿Se puede saber qué está pasando aquí? ¿Qué escándalo es este? –se escuchó de golpe.
Era Elena, que llevaba varios minutos tras la puerta, mirando por una rendija cómo su padre y su hijo jugaban y reían, aunque claro está que eso ellos nunca lo sabrían.
-He hecho una pregunta, -dijo.
-Es que el abuelo hace trampas…
-Mentira, yo no hago trampas.
-Sois unos tontos los dos, ¿lo sabéis? Anda, dejad ya los juegos, que papá ya hizo la cena.
-¿Qué hay de comer? –preguntó el niño.

-Macarrones con tomate y atún, así que venga, a cenar.

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