Pages

domingo, 29 de diciembre de 2013

Capítulo 17

La cena fue más corta de lo esperado, ya que Elena y su marido deseaban ver una serie que estaba de moda, y con Javier delante no podían, este no tenía la edad suficiente para poder verla.
-Voy a acostar al niño, ¿vale? –dijo el anciano.
-No papá, no te preocupes y vete al salón, nosotros lo acostamos y recogemos la mesa, -respondió Elena, tajante.
Al abuelo no le quedó otra que seguir órdenes, por lo que fue al salón, se sentó en el sofá y encendió la televisión.
La serie ya había empezado. Trataba sobre la antigua Roma, de las vivencias de un gladiador que deseaba obtener su libertad, al precio que fuese.
-¡Hija, ya empezó!
-¡Voy!
La serie no tenía mala pinta, aunque para su gusto había demasiada sangre, demasiada violencia. Antes no le hubiera desagradado, cuando era joven la violencia le gustaba, le parecía un tema más y se atrevió a relatar la violencia en algunas de sus novelas con una facilidad que asustaba, facilidad que obtuvo tras jugar a esos videojuegos violentos que una madre desea eliminar.
-¿Me he perdido algo importante?
-No, solo salió ese hombre matando a otro por orden de su amo. ¿Y Miguel?
-Llegó cansado del trabajo y ha optado por irse a dormir. Estamos solos.
-Entiendo…
-¿No te gusta la serie? –preguntó Elena.
-Sabes que no, Roma me trae malos recuerdos.
-Eres algo exagerado, papá.
-Siempre lo fui, desde pequeño.
-Cuéntamela otra vez, -soltó Elena de pronto.
-¿El qué?
-Ya lo sabes.
-Desgraciadamente sí, lo sé.
-¿Tanto te marcó?
-Ella me hizo más grande que el Coliseo ese que acaba de salir por la televisión, solo que aquella grandeza terminó, como la antigua Roma.
-¿Dónde la conociste?
-En un restaurante de allí, poco después de llegar a Italia, no recuerdo el nombre.
Me encontraba con algunos chavales de clase, y hubo uno que dijo que alguno de nosotros debía ligar, que tendríamos que echarle valentía y hablarle a la primera italiana que viéramos, y yo fui quien le echó valor únicamente y lo hizo. Pretendía encajar en el grupo, siempre me había sentido fuera de todo aquello, como el marginado de mi clase, qué sé yo, tampoco es que recuerde mucho el porqué lo hice. Les dije que le hablaría a la primera mujer que saliera por la puerta del cuarto de baño que teníamos frente a nosotros, y así lo hice.
-¿Y salió ella? Alicia…
-Sí, salió Alicia, mi primer amor, acompañada por su entonces mejor amiga, Nereida.
-¿Qué le dijiste?
-Poca cosa. Me presenté y le planté dos besos en la cara, lo normal es esos casos, aunque no me dio tiempo para más.
-¿Por qué?
-Una avalancha de chicos y chicas de mi clase con ansias de presentarse me lo impidió.
Apenas la vi en lo que restó de noche, no la dejaban moverse ni de lejos, aunque recuerdo que me guiñó el ojo en la distancia, cosa que me dejó perplejo.
Pronto la perdí de vista, y más pronto aún nos trajeron la cena, una que por cierto a nadie gustó.
Una vez terminé de comer, pedí permiso para salir del restaurante, tenía calor.
-Y una vez fuera ella te buscó, ¿verdad?
-Sabes perfectamente que sí, ya te lo he contado muchas veces.
Tenía la intención de llamar a mis padres para comentarles que me encontraba bien, y que el viaje en avión había sido algo inolvidable. Saqué el smartphone de mi bolsillo, marqué los dígitos, todos salvo uno, mientras caminaba por la acera  aproximándome a una esquina. Cuando iba a marcar el último…alguien me dio un tirón del brazo.
En un primer momento llegué a pensar que era alguien que pretendía robarme, ya nos habían advertido de los ladrones y los métodos que empleaban en la ciudad.

Vaya sorpresa me llevé cuando comprobé que el tirón no me lo había dado un vulgar ladrón, sino aquella persona que muy pronto sacaría sonrisas de mis labios.

No hay comentarios:

Publicar un comentario