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domingo, 13 de abril de 2014

Capítulo 20

-¿Te has aburrido esta noche o qué? Seguro que sí, eres un pringao y te habrás acostado pronto, ¿verdad?
-Emmmm…sí, algo así, estuve jugando un poco con el móvil hasta que me quedé dormido. Poco más.
-Eres un mariquita chaval, no sé qué haces con tu vida que no follas con ninguna tía ni te lías ni nada. Luego no te quejes cuando te llamen gay.
-Si me quejo de eso es porque no lo soy. Soy feo, por eso no “me lío” como tú dices, qué culpa tendré yo, vaya.
-Tienes que tener más cara chaval, más desparpajo, o te vas a morir virgen, solo te digo eso.
-¿Acaso tú ya no eres virgen?
-Aún lo soy, pero por poco tiempo, me estoy camelando a Ariadna, vengo de su habitación, si sigo tal como voy dentro de dos días lograré tirármela.
-Pues me alegro por ti, supongo…
-Hay que meterla capullo, meterla en todos los coñitos que puedas, eso es lo que quieren todas, son unas guarras.
-Ah…
-Es mi consejo, ya tú verás qué hacer. Bueno, piro a la ducha, ahí te quedas.
Durante muchísimo tiempo pensó en el motivo por el cual él no era como todos, el porqué le era imposible pensar, decir y actuar como ese y otros tantos chavales que conocía. No creía que las mujeres merecieran ser tratadas así, ni ser utilizadas con el solo objetivo de llevarlas a la cama. De hecho, pensaba que ninguna persona, ya fuera hombre o mujer merecía ese trato. ¿Por qué las personas solo buscan su beneficio, su felicidad? ¿Por qué les daba igual el sufrimiento del resto? ¿Por qué pisotear la sonrisa de los demás para moldear la tuya propia?
Él no podía, la felicidad de los demás estaba por delante de la suya propia, y es algo que la gente no asimilaba con facilidad. Creían que se comportaba bien con todo el mundo por pura falsedad, en búsqueda de algo para aprovecharse.
¡Y él no era así, no lo era! O de eso se quería convencer…
Lo habían humillado demasiadas veces, marginado, insultado, hasta deseado la muerte. Recién había cumplido los dieciséis años y su vida no era vida. Se encontraba solo, no creía en la amistad, y menos el amor, lo habían rechazado muchas veces, aún cuando no sintió amor por aquellas chicas, simplemente, le atrajeron.
¿Cómo creer en todos esos sentimientos si nadie te había demostrado que existían, cuando nadie había conseguido que los sintieras en tus propias carnes?
Su abuela le dijo de pequeño que nunca intentara que un sordo le escuchara tocar la flauta, era imposible…
Y esto, era igual, no se le puede pedir a un adolescente que nunca se sintió querido que empiece a hacerlo por las buenas. Lo único que conseguirás es que se valore menos a sí mismo. Y eso…no conviene.
A un adolescente debes enseñarle a quererse, hacerle ver que la finalidad de vivir, el objetivo del amor, es enamorarte de ti mismo antes que enamorarte de otra persona, ese es el secreto. No hay que derrumbarse si no te valoran, justo lo contrario.
Debes mirar arriba, marcarte tus metas, decirte “yo sé lo que valgo” y no dejar que las malas intenciones de la gente logren acabar contigo. Y sí, tal vez tengas algo que cambiar para conseguir quererte, puede ser, pero debes hacerlo por ti mismo, por ti y por gustarte y complacerte a ti, no a los demás. ¡Qué les den a todos!
Tal vez sea difícil, pero cuanto más cuesta algo, mayor es la satisfacción de conseguirlo. Lo fácil quizás llene, pero es una sensación de saciedad temporal, mínimamente temporal, justamente contrario a la saciedad de algo difícil, que si luchas con coraje por ello, durará durante mucho tiempo.
-Una buena ducha siempre sienta bien, hostias, -dijo Joaquín.
-Sí, supongo…
-¿Se puede saber qué te mierdas te pasa?
Tocaron a la puerta, y por la voz, parecía ser Antonio, el otro compañero de habitación.
-Hey, abridme ya, que estoy en bolas.
-¿Y qué hace este nota en bolas? –se preguntó Joaquín mientras abría la puerta.
Antonio entró, solo con unos míseros calzoncillos puestos y se dirigió rápidamente al armario que los tres compartían.
-Tío, por poco no me pilla el maldito botones en la habitación de Carmen, he salido de la habitación de milagro, me llegan a pillar y se lía. He tenido que salir así, otra no había. Dios mío, de la que me libré.
Antonio era otro de los tantos ligones que conoció en su vida. Se asemejaba a Joaquín, aunque había alguna que otra diferencia notable.
También era deportista, aunque no jugaba al fútbol, hacía baloncesto y era algo macarrilla, y eso provocaba que estuviera metido en algún que otro lío, aunque esto no significaba que no fuera buena persona, de hecho, era muchísimo mejor persona que Joaquín.

Las apariencias engañan, siempre engañan.

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