Pages

jueves, 24 de abril de 2014

Capítulo 21

-Chicos, es hora de salir, vamos, ¿estáis listos?
Josi ya les andaba metiendo bulla. Hoy tocaba ver el Coliseo, la Fontana, el Foro, el Arco de Constantino y el hermoso Panteón de Agripa, aparte de pasar el día por las calles de Roma.
-No, yo aún no estoy, me queda darme una ducha y vestirme, unos diez minutos, -respondió Antonio.
-¿Aún? Dios mío, ya vamos tarde, así que espabilad ya.
-¿Las chicas están ya todas? –preguntó.
-Claro que están, son siempre puntuales, no como vosotros, que sois unos tardones.
-¡Me ducho rápido! –exclamó Antonio.
Joaquín y él cogieron móvil, cartera y demás y salieron de la habitación mientras hablaban del Coliseo. Joaquín le preguntó que si le gustaba Roma y todo aquello que iba a ver en la ciudad. Él respondió que sí, que aunque hubiera preferido ir a Grecia, Italia también le fascinaba, el mundo antiguo en sí le fascinaba. Joaquín le comentó que él hubiera preferido ir a Tenerife, a ver tías chicas en tanga.
Una vez llegaron a la puerta, comprobaron que Josi les había colado una mentira de las gordas. Solo había dos chicas preparadas en la puerta y el resto de chicos. Ellos no habían sido los últimos, ni de lejos.
Se sentó en uno de los escalones acompañado de Joaquín y del resto de chavales que estaban ya listos y pertenecían a su grupo más próximo de amigos.
Sacó su móvil del bolsillo, al menos ese rato podría utilizarlo para escribir.
-Loco, ¿otra vez estás liado con ese móvil escribiendo tonterías?-soltaron de pronto por detrás.
Era Miguel, su buen amigo.
-No estoy escribiendo tonterías, estoy escribiendo cosas que me gustaría publicar en un futuro cercano.
-Sí, a eso me refería con tonterías. Chiquillo, que este viaje es de vacaciones, para disfrutar y buscar niñas con las que ligar, tonto del culo, deja el móvil y de pensar en escribir. Es más, dame ese maldito móvil, hasta que no te vea hablando con una tía hoy no te lo pienso dar, y no cuentan las que han venido con nosotros.
-¿Entonces?
-Italianas tío, italianas, vamos a buscarlas, alguna caerá, te lo aseguro.
-De acuerdo, de acuerdo, toma el móvil, -dijo riendo por las palabras de su amigo.
-Bien bien, a ver si las tontas estas salen ya y buscamos a alguna italiana guapa, hostia.
Los deseos de Miguel fueron cumplidos en quince minutos, cuando todas salieron a la misma par de las habitaciones ya vestidas.
-Bien, ¿estamos todos? –preguntó Josi.
Todos respondieron que sí.
El camino del hotel hacia el Coliseo se hizo algo largo para su gusto, y para el de todos, que no dejaron de quejarse de lo lejos que quedaba del hotel. Él sin embargo, de lo único que le apetecía quejarse era de las quejas en exceso de sus compañeros de grupo, que estaban resultando pesados.
Josi se paró en una esquina, cosa que hizo que todos hicieran lo mismo.
-Chicos, ya os lo dije antes de partir, pero me gustaría recordarlo de nuevo. Esto ocurre en toda la ciudad, pero donde más cuidado debéis tener es por las cercanías del Coliseo. Hay mucho mangante y mucho estafador, tened cuidado y que nadie se fíe de nadie, y a esto le quiero añadir algo más. Posiblemente veamos a algunos hombres vestidos de legionarios y queráis alguna foto con ellos. No os la hagáis si queréis que no os peguen un buen pellizco en el bolsillo.
Todos asintieron y siguieron el camino hasta el Coliseo.
-Chicos, este es nuestro encantador Coliseo. Construido alrededor del siglo I por la Dinastía Flavia, con el paso de los siglos se ha convertido en uno de los monumentos más característicos y famosos de la bella Italia. En su máximo esplendor, llegó a albergar a unos cincuenta mil ciudadanos romanos que se reunían allí con la ilusión de ver las famosas luchas de gladiadores que Roma ofrecía, -comentó el guía turístico con un perfecto manejo del español.
-¿Solo luchas de gladiadores? –preguntó él.
-No señor. El Coliseo ofrecía, además de luchas a muerte entre gladiadores, ejecuciones de aquellos que habían deshonrado todo aquello que Roma significaba para el pueblo romano. Otros actos que se llegaron a ofrecer fueron las luchas de esos gladiadores contra todo tipo de animales exóticos que normalmente se importaban desde África. Era todo el entretenimiento que había en la época, al menos en este edificio, claro.
-Chicos, ¿tenéis alguna pregunta para nuestro guía? Aún quedan quince minutos para que podáis entrar dentro y observarlo de cerca, tenéis tiempo de sobra.
Uno de los chavales, Carlos, decidió arrancarse con una pregunta.
-¿Cómo vivían los gladiadores? –dijo.
-Hay muchas hipótesis sobre el tema y el tema aún no está esclarecido del todo. Sabemos bastante, pero no lo suficiente. Sabemos que trabajaban duro, con entrenamientos que les costaban la vida y que eran la “élite” de los esclavos por así decirlo. Eran fuertes, y solían ser de las regiones capturadas por Roma, como la Galia.
-¿Has tardado mucho en estudiarte todo eso o cómo? –preguntó Julian, uno de los graciosillos que le caían mal.
Todos empezaron a reír, incluidos Josi y el guía. Todos salvo él, ¿por qué? ¿Por qué él tenía que ser tan estúpidamente diferente al resto? ¿Por qué exactamente él? ¿Es que estaba condenado a sentirse fuera de todos lados, sentirse invisible y no ser nadie?



No hay comentarios:

Publicar un comentario