-¡No me volveré a
sentir invisible! –gritó.
-¿Qué estás hablando,
loco?
Era Miguel, que se
encontraba a su lado mirándole extrañado, con una de sus cejas arqueadas.
-Cosas mías, perdón,
¿queda mucho para entrar?
-Mmmmm, cinco minutos
creo, no sé.
Su amigo se equivocó
solo por un minuto.
El Coliseo por dentro
le pareció algo inigualable, tremendamente hermoso, sus sentidos se encontraban
extasiados ante aquella maravilla.
-¡Vamos a cantar!
–gritó alguien.
-¿Qué? –se preguntó
dentro de sí mismo cuando salió de sus ensoñaciones.
Su grupo se había
parado y se habían puesto a cantar todos, incluido el profesor.
¿Y por qué no él
también? Nunca más quería volver a sentirse invisible, así que cantó con rabia,
alegre, creyendo que así lograría integrarse dentro de aquella gente.
Se equivocó, es
imposible encajar un rectángulo dentro de un cuadrado.
-¿Se puede saber qué
haces, imbécil? –le soltó de pronto Ángeles.
-¿Cantar como todos?
No sé…
-No estamos cantando
par ti, estúpido, que eres un maldito friki de mierda, anda y pírate y deja de
estropear todo.
Su alegría se
desvaneció, al igual que la sonrisa que había existido en sus labios poco
antes.
¿Por qué le había
dicho eso? ¿Es que él no podía ser como los demás y actuar como los demás?
¿Había alguna ley universal que así lo dijera?
-Lárgate de aquí anda,
y déjanos disfrutar, vete a ver la mierda de ruinas estas, escritorzuelo.
-Pero…
-He dicho que te
largues, nadie te quiere aquí, ¿o no lo ves? Todos pasamos de ti, no te
queremos en nuestro grupo, nunca nadie se va a interesar por ti, date cuenta y
no hagas más el ridículo.
Se apartó, dando pasos
hacia atrás, cabizbajo, y decidió correr a donde nadie pudiera verle. Quería
estar solo, es lo que creía merecer, lo que el mundo le daba, soledad.
Corrió con la cabeza
agachada, con tan mala suerte que chocó con alguien, alguien que seguro que
también le diría lo mucho que le odiaba, estaba acostumbrado.
-Ay… ¿pero se puede
saber por qué no miras por don…? Tú… ¡eres tú!
-¿Eh?
Frente a él, se
encontraba ella, Alicia, aquella chica de la que ya se había olvidado.
-Qué casualidad, vaya,
¿está tu grupo aquí también? –le preguntó.
-Sí…están.
-¿Y qué haces aquí
solo? Vayamos para allá, que muchos de ellos son muy simpáticos, dijo tomándole
la mano y dándole tirones para llevarlo de nuevo con el grupo.
-No quiero ir con
ellos…
-¿Y eso por qué?
–preguntó Alicia, extrañada.
-No me quieren con
ellos, solo soy una maldita carga de la que se desprenderían si a veces no les
fuera útil. Merezco estar solo, sin nadie a quien poder fastidiar.
-¿Por qué piensas eso?
Es horrible…
-Yo mismo soy
horrible, ellos lo dicen, lo tengo asimilado.
-No me pareces
horrible, todo lo contrario, creo que eres alguien muy majo.
Jamás hubiera esperado
un cumplido de una persona casi desconocida, era…extraño.
¿De verdad aquella
chica lo había piropeado o solo le dijo lo que necesitaba escuchar?
Posiblemente fuera eso último, que solo le hubiera dado lo que quería, tal vez
fuera como el resto de personas, y de ser así…también le haría daño.
-Tengo que irme, no
quiero estar aquí…
-Pues yo me voy
contigo, chico, así que dime, ¿dónde vamos?
-¿Hablas en serio?
¿Irías con alguien como yo? –preguntó inocente.
-Claro, ¿por qué no?
Ya te dije que me pareces un chaval muy majo, además, seguro que te gusta esto
tanto como a mí.
-¿Esto?
-Sí, tonto, esto, el
Coliseo.
-¿Te gusta?
-¡Pues claro! Me gusta
mucho el mundo antiguo, aunque apenas sé mucho de él, ¿tú me ayudarías a
solventar eso?
-Cla…claro.
-¡Pues vamos, no
perdamos el tiempo!
Le fue imposible
decirle que no a aquella muchacha, que rápidamente lo cogió de la mano y tiró
con fuerza para ver todo el lugar. Había algo en ella que le gustaba, y lo
sabía, pero no lo quería reconocer, ya le habían hecho daño suficiente por
hablar más de la cuenta.
Fue una de las primeras
veces que se sintió valorado por alguien, que tenía valor.
¿Por qué aquella chica
era así con él? ¿Había gente así de buena por el mundo? Él solo había conocido
a personas que solo buscaban hacerle daño…
-¿Quieres que nos
echemos una foto para recordar este momento para siempre?
-¿Recordar?
-Claro, tonto, ¿qué
mejor que una foto para recordar un momento de tu vida?
-Supongo que tienes
razón, aunque antes respóndeme a algo.
-A ver, dime.
-¿Dónde está tu grupo?
-Me he perdido un
poco, pero no te preocupes, me sé el camino al hotel a la perfección.
-¿Y por qué no te has
ido entonces?
-¿Estás intentando
echarme?
-¡No! Yo nunca…
-Ya lo sé, tranquilo,
estaba bromeando, -dijo echándose a reír, provocando que él también riera.
Llevaba tiempo sin
reír así, de aquella forma, sintiéndose libre, cuando nada puede provocar que
dejes de reír.
-¿Entonces quieres que
nos echemos esa foto? –volvió a preguntar ella.
-Claro, pero no soy
muy fotogénico…
-Da igual, yo tampoco,
saldremos mal juntos, y quedará para el recuerdo, ¿te parece? –le dijo
guiñándole el ojo.
Respondió que sí, y
jamás se arrepentiría de aquello, de aquel momento donde ella sacó su cámara,
cuando se la dio a un extranjero que pasaba por allí para que les hiciera la
foto.
Nadie podría olvidar
que ella lo besó un segundo antes de que el flash les diera en la cara, y que
su primer beso quedara fotografiado, tal como prometió ella, para el recuerdo.
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