-¿Por qué me has
besado? –le preguntó totalmente confuso.
-Me apetecía, y si
algo me apetece hago lo que sea por conseguirlo.
-¿Y si te apetece
matar a alguien lo matas y ya está?
Ella se echó a reír,
como si aquello que él dijo le hubiera divertido. ¿Es que había dicho algo
gracioso?
-Eso es demasiado
tremendo hombre, no seas así. Además, ¿me ves pintas de asesina?
-No…
-Menos mal, porque me
cuesta muchísimo ocultar mi identidad de seguidora del muñeco de Saw, -dijo
ella poniendo una voz ronca.
-Creo que el muñeco no
mataba a nadie, que eran personas, -le respondió él.
-¿Sí? Vaya… ¡me has
fastidiado la broma!
-Lo siento…
Ella se echó a reír
nuevamente y le dijo que no pasaba nada, y volvió a darle un beso, un segundo
beso tal vez mejor que el primero, volviendo a dejarle confuso.
¿Por qué le estaría
haciendo eso? ¿Es que para ella un beso era algo normal que podías darle a
cualquiera? Para él un beso nunca debía darse a alguien por quien no sintieras
nada, la unión de dos labios debía quedar sellada por el amor que ambos
deberían sentirse.
Y así pretendía
dirigir su vida, buscando a la “chica de sus sueños”, a la cual hacer feliz
hasta el día de su muerte. Su inocencia no conocía límites, al igual que su
imaginación, con la cual imaginaba mil y un historias sobre ella, sobre esa
desconocida que tanto quería conocer.
Tenía claro que debía
ser rubia, no muy alta, que no pasara de los ciento sesenta y cinco centímetros
de estatura, de ojos claros, preferiblemente azules, que su tez fuera blanca
como la nieve, que fuera inteligente, que compartiera sus gustos musicales y de
videojuegos, claro, si no cumplía eso último, no podría considerarla la “mujer
perfecta” para él.
También debía ser
honesta y divertida, inocente, que no fuera la típica mujer creída que piensa
que el mundo es suyo y que suele hacer lo que sea para que así sea. No le
gustaban con esa actitud. ¿Sería Alicia ese tipo de chico que tan poco le
gustaba, o por el contrario sería tal y como le gustaba? Lo adivinaría muy
pronto…
-Besas muy bien, ¿te
lo han dicho alguna vez?
-Emm…no.
-¿De verdad? Pues qué
chicas más idiotas, ¿no?
-Es que…tú has sido mi
primer beso.
-¡Imposible, nadie
besa tan bien en su primera vez, te estás riendo de mí!
-Te juro por todo lo
que tú quieras que no, que no miento.
-Vaya…
-Gracias, supongo.
-¿Gracias? ¿Por darte
dos besos?
-Sí, nunca nadie se
había interesado por mí, mucho menos acercar sus labios a los míos. Les doy
asco, ya te lo dije.
-Hey, deja de
insultarte, seguro que no es para tanto, a mí al menos no me das asco ninguno y
me pareces muy majo.
-¿De verdad? –le
preguntó él, que seguía sin creer lo que ella le decía.
-Lo prometo.
Sus palabras y la
sonrisa de su boca le daban a entender que realmente decía la verdad, que no le
mentía, pero había sufrido múltiples engaños durante toda su vida, engaños que
venían hasta de su propia familia, no se iba a fiar tan rápido de ella así como
así.
Lo tenía claro, muy
claro.
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